domingo, 24 de junio de 2012

La playa

La playa
Si vives cerca del mar, en los recuerdos de una infancia feliz siempre están las huellas sobre la arena-fina o gruesa-de tu playa preferida.
Por ejemplo, la playa de Castell, en el Baix Empordà, dignamente recuperada hace años para el disfrute público gracias al afán ecologista.
La Fosca, Sa Riera, Aiguablava, cala Fornells también forman parte de este paisaje personal con aroma de sal que se ha beneficiado de manera innegable los esfuerzos municipales destinados a mejorar la calidad ambiental pero que, sin embargo, siempre piensas que va empeorando con el paso del tiempo.
Ahora tenemos aguas más limpias y banderas más azules pero en las rocas ya no se encuentran los mejillones que antes alegraban los entremeses de las comidas dominicales y, en cambio, de vez en cuando, nos toca enfrentarnos a la visita embadurnando de las medusas.
La playa es por encima de todo un pasatiempo obrero, una diversión colectiva que obliga a compartir ratos y espacios con la única regla que elige quién llega primero.
La playa es un mundo y nos muestra, también, que no todos tenemos el mismo lugar.
A un lado, aparcados en tierra firme, los coches de la gran mayoría.
En la otra, ante los bañistas, los barcos anclados los que navegan en otro nivel de vida.
Por ello, cualquier noticia relacionada con un incremento del precio que se paga para poder dejar el coche cerca del mar pellizca más que una molesta medusa.
Al Castillo, por ejemplo, este verano costará cinco euros aparcar en el único espacio disponible para hacerlo.
Desde ayer y durante toda la temporada esta volverá a ser la playa preferida por muchos de nosotros pero cinco euros para ir a bañarse que al final es lo que significa pagar por aparcar parece un precio más adecuado para una barca que no para un coche.

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